Coloreando

Un nuevo fin de semana que ha llegado y ha pasado. Ha pasado ya, pero no sin dejar huella. Hemos vuelto a juntarnos en un lugar entre tu ciudad y la mía. En un hotel de una capital de provincia, al Norte.
- (...)
- ¿Cama de matrimonio tenían? -nos dicen en recepción-
- Sí, sí -asentimos las dos al unísono-
No hay vez que no nos lo pregunten, y no sin denotar cierta extrañeza y confusión.
Después sonrisa y amabilidad por su parte (menos mal).
La habitación bonita, caliente y acogedora. Con un balcón que mira a Londres.

La ciudad cada vez guarda menos secretos para nosotras. No es muy grande, aun así, vamos descubriendo en cada ocasión nuevos "rincones" en los que resguardarnos del frío y van apareciendo nuevos personajes, cada cual más peculiar. En esta "entrega" se han llevado la palma (habría que decir pamela más bien) dos señoras salidas de otra época, mujeres escaparate antes, durante y después de la misa dominical, pintadas como puertas y que fumaban como carreteros, que... ¡vete tú a saber si no eran amantes! (Anda que no nos montamos películas Chavela y yo con la gente que vemos. ¡Sobre todo Ella! :) ).

En los bares ya nos tienen que ir conociendo. En algunos repetimos y repetimos en cada visita sin perdón.
Cada vez estoy más a gusto. Ella ya no tiene que robarme los besos en público. Bueno, en general, vaya, que ya adopto una postura más natural que en un principio, cuando me ponía toda tiesa y agitada y nerviosa y empezaba a mirar a todas partes antes de besarla. Así, muchas veces, Ella terminaba desistiendo porque "entre ponte bien y estate quieta" se desesperaba, jejeje, ¡ay!).

Nos hemos dado cuenta de que hay gente que no nos ve aunque nos besemos delante de sus mismísimas narices. Otros sí y se lo cuentan al de al lado.
Nosotras seguiremos coloreando mientras haya cuentos.

Y colorín colorado, este cuento NO ha acabado.